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4 de septiembre de 2015

EL MOMENTO POLÍTICO DE MÉXICO

LOS PARTIDOS
QUE SE ALEJAN DE SUS PRINCIPIOS
SON RECHAZADOS
POR EL PUEBLO


UN MISMO DESENLACE: DOS ESCENARIOS ITALIA Y MÉXICO

PRIMERA DE DOS PARTES.

ITALIA SIGLO XX.

En las primeras tres décadas del siglo XX, después de la abolición de la monarquía y el surgimiento de la República, Italia unificada territorialmente, al fin se va conformando como una nación para dejar de ser sólo un conglomerado de regiones. Van así surgiendo más elementos de identidad común: moneda, idioma y bandera nacionales. No es lo mismo Sicilia que Milán o Roma. Aún hoy en día --en un derroche de mal gusto-- hay milaneses que insultan a los sicilianos llamándolos 'africanos'.

Al fin se soluciona una dolorosa llaga: 'La cuestión Romana', el conflicto entre el Estado Italiano y la Santa Sede desde 1861 y hasta 1929. Se resuelve con Los Tratados de Letrán, signados por la República Italiana y el Papado: La Santa Sede renuncia a los territorios de los antiguos Estados Pontificios a cambio de su soberanía absoluta como Estado Independiente, sobre lo que ahora es el Vaticano y otras demarcaciones que gozan de extraterritorialidad fuera de éste; también tendrá autonomía en servicios y bienes propios de un País, cómo emitir moneda, sellos de correo y otros valores.

Pasadas esas circunstancias de dolor y confusión, en las que los italianos se debaten entre su ser ciudadanos y católicos --por aquellas viejas cuestiones-- estamos en un país empobrecido en el que muchos de sus hijos tienen que emigrar a 'América' para huir del hambre. Hay un enrarecido y cargado ambiente, la ciudadanía ha sido seducida por Benito Mussolini, prometiendo grandezas inalcanzables. Se puede respirar violencia e intolerancia. Ha ido asaltando el poder y acabando --aún desde las trincheras de la cultura y el periodismo-- con sus adversarios, a los que ha dado la categoría de 'enemigos de la patria'. Con gran pericia, 'Il Duce' a base de propaganda confunde a la mayoría del pueblo y logra que este 'crea' que ser italiano es igual a ser fascista. Sólo los católicos militantes --junto con pequeños grupos de partidarios del marxismo-- no caen en el garlito y comprenden que a toda costa habrá que rescatar a Italia de las garras del fascismo y llevarla por los caminos de la democracia, a la que los italianos aún no han aquilatado. A pesar del derecho al voto, no hay instituciones democráticas sólidas. Pasar de una democracia formal a la construcción de instituciones confiables y ciudadanía es el reto.

Con el argumento de la amenaza comunista, los fascistas han ido acabando con las recién estrenadas libertades y han levantado, piedra a piedra, un estado totalitario y monolítico, que excluye discretamente --primero-- y abiertamente --después-- a los que disienten. En forma velada e hipócrita, el gobierno fascista alienta la agresión de sus turbas (las camisas negras... En México cambiarán de color al rojo) contra sus opositores, usando el aparato del Estado para aplastar a la oposición.

Así, teniendo cómo una de sus principales guías la Encíclica 'Rerum Novarum' de León XIII, van surgiendo poco a poco y a la par de las juventudes católicas (que se contraponen a las violentas juventudes fascistas del régimen) círculos de estudiantes católicos que buscan la aplicación de la Doctrina Social de la Iglesia para incidir en el futuro de la Patria. Buscan no sólo democracia y justicia sino también promover el respeto a la dignidad humana.

Nace así en este punto una gran institución que llevará a Italia de los primeros balbuceos democráticos a la consolidación en la vida republicana. Y es desde sus principios --destacadamente-- baluarte de la lucha antifascista, de la resistencia a Mussolini. Su identidad católica no está a discusión. Su 'invernadero indiscutible es --ya lo señalé y lo reitero-- esos 'círculos' de estudiantes y maestros universitarios, que surgen sobre todo en Roma. Un joven sacerdote es su principal motor: Giovanni Batista Montini (quién después será Paulo VI). Con él brillantes y jóvenes abogados como Alcide de Gasperi (en proceso de beatificación), Amintore Fanfani, Giulio Andreotti, Aldo Moro... Todos ellos líderes partidistas y después probos gobernantes. Me refiero al Partido Demócrata Cristiano Italiano.

En sus primeras décadas este partido (DC) irá avanzando hacia la conquista del poder político, hasta llegar a formar gobierno en contraposición a los fascistas y los monárquicos, sin dejar de pelear en contra de los comunistas. Llegará a formar gobiernos en coalición sobre todo con los partidos más pequeños y con los Socialistas.

Poco a poco, al ser el partido más votado y fuerte, con apoyo de la jerarquía católica y los católicos militantes, con estructuras aún en los más remotos poblados, se convierte en toda una maquinaria electoral. Esta nociva metamorfosis ocurre sobre todo en los años 70's. Su objetivo ha dejado de ser el instaurar una democracia de matriz católica inspirada en el Magisterio. Ahora su 'vida' y primordial meta a corto y largo plazo será conservar el poder y ganar elecciones a toda costa. Esta decisión y el precio de las coaliciones lleva al partido a dejar poco a poco sus principios y a caer en un pragmatismo que lo desdibuja. Se va formando en su interior una casta dirigente que lo domina. Ya la política ha dejado de ser un "apostolado" para convertirse en una bien pagada profesión. La política se ha convertido en la llave que inyecta prosperidad a negocios turbios e ilegales. Se va alejando poco a poco de sus electores y simpatizantes. Le funciona electoralmente (le aprendió a Mussolini) y usa magistralmente el 'coco' de la amenaza comunista; por décadas le funcionó.

A nivel local tolera la corrupción de alcaldes y ediles. Empiezan a surgir planas burocráticas que lo dominan todo y se venden al mejor postor sin pudor alguno. Todo se ha vuelto negocio. Cuenta con el voto cautivo --aunque bienintencionado-- de los católicos de mayor edad: ser católico es siempre votar DC, pase lo que pase o aunque el candidato sea 'un asno': es el candidato del partido. Un buen número de párrocos --recordando que fue baluarte en contra del fascismo-- promocionan el voto por la DC cómo una cuestión de conciencia; no cabe duda, lo peor de esa formación política llega a engañar al clero incluso, pues 'no hay de otra o nosotros o los comunistas'. Este otrora Partido de inspiración cristiana llega al extremo tolerar y aún proteger a la mafia (sobre todo en Sicilia). Ya no hay organicidad... El mismo partido --lo que condena en Roma lo tolera en Sicilia--, es cómo un reptil que se ha seccionado y que chicotea aún en su 'propia' contra. Los rechazos del pueblo se van dando poco a poco. La gente está harta de la burocracia y la cultura de la mordida que se vuelve algo 'natural' al menos en el ámbito municipal y regional de Italia. Increíble: la lucha contra la mafia ya no la encabeza la DC, pronto se vuelve bandera del Partido Comunista Italiano, liderado por Enrico Berlinguer, 'mutador' del marxismo-leninismo al 'Eurocomunismo' que deja de predicar contra la religión y la propiedad privada.

El PCI aprende de sus derrotas y se va convirtiendo en opción para el electorado, que poco a poco va venciendo su reserva a votarlo. Va tomando fuerza en las grandes ciudades (incluida la ciudad de Roma) y en pequeños poblados en donde las personas están hartas de la mafia... O de la mordida. Y su principal bandera partidista ya no será acabar con el capitalismo sino el estandarte de la honestidad y el castigo de la corrupción. Poco a poco ser funcionario --electo o designado-- de la DC se convertirá en sinónimo de ser 'ladrón'. ¡Que lejos estaba ya la DC del ideario de sus fundadores, entre los que se encuentran un próximo santo (el beato Papa Paulo VI) y un próximo beato (Alcide de Gasperi)!.

En el parlamento --tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado-- la DC cada vez vota más en bloque y por ser bloque, olvidando a sus electores y convirtiéndose en tapadera de la corrupción de ministros y funcionarios: dejó de importar la justicia y la legalidad, todo se volvió una red de complicidades y mutua protección; los ideales quedaron para la Historia. Ahora la DC ya no es motor de cambio sino freno al sentido común y dique a la justicia. La impunidad en su máxima expresión.

Su fortaleza va mermando, los italianos están cada vez más decepcionados y voltean a considerar otras opciones. El Partido no se reforma... Está metido en un juego sin fin. Sus gobiernos son cada vez más breves pues ocupa coaliciones para gobernar... Ya no es factor de estabilidad para Italia sino foco de inestabilidad. Los italianos se cansan. Sufre su gran derrota por el desgaste de gobernar y el cansancio del pueblo que no vió cambios de actitud y si cada vez más impunidad y corrupción.

Se disuelve el 16 de Enero de 1994, dando paso a la formación de varios partidos que no tienen ni la entereza ni la riqueza ideológica que una vez tuvo la DC.

Italia sigue adelante sin la DC, dejó de servirle y el pueblo la hizo a un lado. El Pueblo perdona los errores pero no la traición. Ahora el PDCI es un recuerdo, una página gloriosa --en sus orígenes-- de la a la vez que una vergüenza: la corrupción fue su tumba.

ROBERTO SÁNCHEZ DEL REAL