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5 de octubre de 2011

EL P. RICARDO MARTIN DEL CAMPO.

A POCO MAS DE UN AÑO DE LA PARTIDA DEL PADRE RICARDO MARTIN DEL CAMPO


El 27 de Mayo del presente, se cumplió un año de la muerte terrena del P. Ricardo. ¿Cómo olvidar esa Misa tan concurrida y emotiva con la que lo despedimos a la eternidad más de 90 sacerdotes en la Parroquia De La Purísima?. A pesar de que estoy interiormente persuadido de que no lo necesita, he pedido en muchas Misas, para que Dios le conceda el eterno descanso. Sin embargo -lo reitero- estoy seguro de que ya goza plenamente de Dios.


Sigo sintiendo que su muerte es una gran pérdida para nuestra Diócesis de Aguascalientes. No creo que haya un sólo sacerdote (de la Diócesis) que opine lo contrario. Se siente su ausencia, falta su voz conciliadora y prudente sin ser timorata o abyecta. Qué pena que lo reconozcamos MAS ahora que ya no está entre nosotros, que cuando estuvo. Qué pena que aún no se le haya rendido ni siquiera un sencillo homenaje (ponerle su nombre a un edificio o aula en el Seminario, por ejemplo) que refleje, aunque sea un poco, su grandeza. Si, escribí grandeza, y no exagero. El tiempo lo dirá, ya lo veremos.


Falta entre nosotros el hermano experimentado y prudente, que era respetado y querido por todos, sin importar edades, orígenes o formaciones. Falta el hermano discreto y ejemplar que obedece a la autoridad por motivos sobrenaturales y no por intereses personales o cálculo político… Que pudo obtener para sí o para otros privilegios, pero que nunca los pidió ni deseó. Falta el sacerdote que no tiene grupo, ni coro que lo adule, ni cohorte que lo proteja o promueva, porque Ricardo Martín Del Campo era universal y honesto hasta en sus pensamientos, no digamos ya en sus acciones. Falta el sacerdote que no critica al sacerdote sino que trata de comprenderlo y apreciarlo. Falta el sacerdote que nos ayuda a comprender que la autoridad es difícil de ejercer y que pide para ella el beneficio de la duda.


Falta entre nosotros el hermano más experimentado que nos haga sentir (a los no tan experimentados) que el camino -si se recorre de la mano de Dios- es camino seguro y transitable. Que nos haga sentir que lo nuestro también cuenta y no sólo lo de los viejos o lo de los “personajes diocesanos”. Falta el hermano que te estimula a seguir evangelizando y predicando, para impulsar a los laicos a una vida más comprometida. Falta el hermano que te hace ver QUE EL DINERO, LOS NOMBRAMIENTOS RIMBOMBANTES O LOS TITULOS ACADEMICOS NO IMPORTAN SINO MÁS BIEN LA ENTREGA SINCERA AL SEÑOR Y A SU PUEBLO. ¡Cómo se extraña al hermano que no busca ser reconocido ni homenajeado! Y que tiene la capacidad de hacerte sentir simplemente hermano sacerdote. Cómo nos hace falta el sacerdote QUE TE RESPETA COMO SACERDOTE, aunque no tengas ni santidad, ni experiencia ni años de servicio, ni puesto importante.


Falta el sacerdote que te impulsa a enfrentar con caridad -pero con valentía- las injusticias o errores que perjudican o humillan. A los seminaristas cómo les hace falta un profesor de la altura del P. Ricardo, que no sólo conoce la materia y la expone con elocuencia sino que persuade de la sana doctrina y de la necesidad de una vida sacerdotal entregada y sincera. Nos hace mucha falta este singular sacerdote, adornado por Dios de un buen sentido del humor, humor blanco, sencillo pero ingenioso y sobre todo decente y entusiasta.


No lo hemos olvidado, sino más bien extrañado… Qué afortunados somos los que fuimos sus alumnos, ¡Qué afortunada su familia de haberlo tenido! ¡Que afortunados los que fuimos distinguidos con el favor de su amistad y benevolencia!. ¡Qué afortunada la Diócesis de contarlo en su presbiterio! ¡Qué afortunada la Universidad Pontificia de haberlo tenido como Rector! (Aunque por motivos dudosos no lo reconozcan mucho).


Y los fieles de las parroquias en donde sirvió -algunos me lo han expresado- se sienten también afortunados de haber tenido a un sacerdote sincero, trabajador y santo.


Padre Ricardo, siga disfrutando de Dios, a quien buscó, encontró y sirvió con ardor y generosidad.


PBRO. ROBERTO SÁNCHEZ DEL REAL.

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