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18 de septiembre de 2012

SEMILLERO DE VIOLENCIA

IGNORAR AL OTRO


LA VIOLENCIA

El tema de la violencia está tan llevado y traído en nuestro entorno que –siendo tanto lo que se ha dicho– se cree que ya nada puede ser expresado al respecto con propiedad y tino. Y disiento de ello.

Violencia no son sólo golpes, insultos y hostilidades abiertas en general. Obvio la agresión es ‘el corazón’ de la violencia misma. Pero me aventuro a establecer que la otra cara de la violencia –aunque es la ‘faceta’ más blanca y presentable– es el ignorar al otro.

IGNORAR ES AGREDIR

Si, ignorar es agredir. Sabemos que en la familia es el primer lugar en el que aprendemos a agredir o somos agredidos. El silencio no necesariamente es malo, pues en un ambiente de espiritualidad incluso ayuda a reflexionar y a recuperar la paz. Pero cuando es usado como arma de agresión o castigo es tan malo –o aún más contundente– que el insulto mismo. Dicen incluso muchos sociólogos que el silencio –cargado de intención lesiva– es la peor forma de ‘aniquilar’ social y afectivamente al otro. El fenómeno de ignorar, de ‘pretender’ que el otro no está o no existe, es el equivalente a ‘dar muerte’; en el menos grave de los casos, la acusación o el insulto, al menos da la oportunidad de la defensa y el argumento.

Ignorar al otro es entonces decirle –aunque sin palabras– algo equivalente a: ‘para mi no eres digno de siquiera existir’. Y esto es violencia.

EL IGNORAR AL OTRO HA CAUSADO MUERTES VIOLENTAS

Los tiroteos en las ciudades norteamericanas son algo tan corriente como decir que el papa vive en Roma. Sí, a ese nivel. Y por ello no recordamos tal vez ni siquiera un tiroteo en particular, pues ha habido tantos, que el presente supera al anterior… Rompen récords: ahora dos o tres muertos mañana diez. Ahora con una pistola mañana con un arma larga.

Y hay varias razones para estos tiroteos: que cualquiera puede –y tiene el derecho– comprar el arma que esté al alcance de su billetera y que se le pegue la gana; tal vez no todavía aviones caza o tanques. Fanatismos, racismo, marginación, ‘bullying’ es decir –a la mexicana– ‘carrilla pesada’. Pero la matriz común está en el ignorar al otro y en ‘defenderse’.

Es lo que más me ha sorprendido y disgustado de Los Estados Unidos: todos divididos por factor de raza, posición socioeconómica, credo o cultura. Ciertamente hay una relativa armonía que hace que todo camine. Pero la pretendida paz social siempre está al filo de la navaja. En las ciudades –sobre todo en las megalópolis– todo está fríamente dividido por vecindarios: barrios o suburbios, negros, hispanos, asiáticos o blancos; todos con sus propios establecimientos e iglesias. Rara vez alguien cruza las líneas, por nadie establecidas pero por todos conocidas. Y la base de esos ghettos virtuales y funcionales es EL IGNORAR AL OTRO: no te metas conmigo y no me meto contigo. Cómete tus tacos y yo me como mi turkey, ponle soya, chile o gravy y todo mundo contento. Ese principio es inhumano y antisocial. Y lo que lo mantiene pues claro que es el castigo al crimen: si quiebras las reglas eres castigado. El odio y desprecio mutuos se mantienen a raya. No ignoro los esfuerzos que se hacen de llevar una vida más solidaria, pero hoy por hoy ignorar al otro es la base de la convivencia en la compleja sociedad norteamericana. Y se vive incluso en la Iglesia en las parroquias ‘mixtas’ o pluriculturales.

IGNORAR AL OTRO EN MEXICO

Aquí pocos son tal vez los factores raciales (que no deja de haberlos), pero se ignora al indígena, los ‘fresas’ ignoran ‘al prieto’, las señoras ignoran a las sirvientas, los skatos no quieren a los cholos, los cholos odian a los emos, etc, etc.

En casa hemos enseñado a los niños a ser ‘el ombligo del mundo’ y por ello ignoran a sus mayores, a su vecinos, a sus iguales… A sus propios padres. Tirar basura en la calle: ¿Qué tiene? No soy el único. Dejar el paso libre para que otros puedan circular por la baqueta: ¿Por qué, si yo estoy ahora aquí?. Más de la mitad de los conductores se transforman al volante en seres prepotentes y odiosos –asesinos en potencia poco virtual y muy real– que no respetan reglas de tráfico, sentido común o derechos de otros.

Los machistas siguen en su mundo estúpido de antaño viendo a las mujeres como ‘carne’ de placer, seres hechos para el servicio, máquinas de tener hijos, entes sin derechos y opinión propia… y nada más.

Las mujeres –en su gran mayoría– ahora ya reaccionan al machismo asumiendo posturas masculinoides en las que queda escondida la riqueza invaluable de su feminidad. Muchas –a conveniencia– invocan su ser mujer cuando es oportuno a su egoísmo e invocan la igualdad cuando así es propicio a sus intenciones de pisotear, porque antes han sido pisoteadas: creen que pisoteando se liberan –se reivindican– y hacen justicia, cuando en verdad lo que hacen es –más bien– generar más violencia que está siempre latente y que no hace otra cosa que sólo prolongar en esta pobre sociedad la plaga de la prepotencia que a todos victimiza.

La imagen típica de la señora estacionada indebidamente en doble fila –limándose las uñas– esperando a los hijos afuera del colegio, es tan aberrante como la del taxista que se atraviesa en forma prepotente y temeraria. Con chongo o sin chongo, prepotencia es violencia y nos daña a todos: y hace que nuestro futuro se tiña cada vez más de agresión y violencia. Ignorar al otro es violencia bruta  y radical. Eduquemos en la caridad: no ignoremos al prójimo, tan hijo de Dios y tan digno como Yo mismo.

PBRO. ROBERTO SÁNCHEZ DEL REAL

2 comentarios:

  1. Muy interesante y certero.

    Y en política hacemos violencia con la indiferencia, la poca disposición a participar de ella, transformando con nuestra presión la forma en que actúen los políticos. En fin, la indiferencia, la prepotencia y el egocentrismo son base de violencia. Es tan culpable el violentador, como el que se deja violentar sistemáticamente. No significa que la violencia se combata con violencia, ahi se tiene a Jesucristo como máximo exponente del combate a la violencia.

    Saludos P. Roberto y reciba un gran abrazo :D

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  2. El silencio es el acto de violencia más poderoso que existe, especialmente si ese silencio esconde justicia. Pero también el silencio, en el momento justo, puede provocar el cese de hostilidad y evitar una tragedia. Quizás es más poderosa la capacidad del hombre para usar a su acomodo lo que más le beneficie, por eso todo acto en sí no contiene una mala intención.

    Muy interesante su artículo.

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