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20 de febrero de 2010

LOS CARISMAS EXISTEN HOY

LOS CARISMAS, DONES DE DIOS PARA LA IGLESIA DE TODOS LOS TIEMPOS


LOS CARISMAS Ó DONES DEL ESPÍRITU SANTO

La Evangelización NO ES PROPIEDAD DE MOVIMIENTO ALGUNO sino raíz del ser y el quehacer de la Iglesia desde siempre. El mandato evangélico de “Ir a predicar y enseñar a todas las naciones, bautizándolas en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt 28,18-19) es el motor de la actividad de la Iglesia, una actividad misionera por excelencia.

Por otro lado, la existencia de los Carismas en la vida de la Iglesia no es algo que esté a discusión, o que sea materia de opinión teológica. No son tampoco –los Carismas-- “algo que existió en el pasado” pues la Iglesia está viva y no es un museo de arqueología; veremos más adelante lo que nos dice sobre ellos San Pablo.

Los Carismas han estado siempre al servicio de la Iglesia –bajo la dirección de los legítimos pastores-- y no en favor de individuo alguno. No se han de sobrevalorar, cierto. Pero tampoco se pueden ignorar o negar so pena de contradecir en forma substancial la Palabra de Dios que nos habla de ellos, como “regalos” para construir (o “edificar”) la misma Iglesia, no pueden negarse ni mucho menos esconderse. Esto sería entender muy poco de la obra de Cristo en favor de la humanidad, por medio de su Iglesia.

Todos los dones del Espíritu son en sí mismos útiles para la edificación de la Iglesia, como se puede ver en la I carta a los Corintios en los capítulos 12 y 13. Veamos el Capítulo 12:


  1. En cuanto a los dones espírituales, no quiero, hermanos, que estéis en la ignorancia. 2 . Sabéis que cuando erais gentiles, os dejabais arrastrar ciegamente hacia los ídolos mudos. 3 . Por eso os hago saber que nadie, hablando con el Espíritu de Dios, puede decir: « ¡Anatema es Jesús! »; y nadie puede decir: « ¡Jesús es Señor! » sino con el Espíritu Santo. 4 . Hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es el mismo; 5 . diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo; 6 . diversidad de operaciones, pero es el mismo Dios que obra en todos. 7 . A cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para provecho común, 8 . Porque a uno se le da por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; 9 . a otro, fe, en el mismo Espíritu; a otro, carismas de curaciones, en el único Espíritu; 10 . a otro, poder de milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversidad de lenguas; a otro, don de interpretarlas. 11 Pero todas estas cosas las obra un mismo y único Espíritu, distribuyéndolas a cada uno en particular según su voluntad.

Ahora veamos el Capítulo 13,1-14:

Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, soy como bronce que suena o címbalo que retiñe. Aunque tuviera el don de profecía, y conociera todos los misterios y toda la ciencia; aunque tuviera plenitud de fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, nada soy. Aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo caridad, nada me aprovecha. La caridad es paciente, es servicial; la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; es decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta. La caridad no acaba nunca. Desaparecerán las profecías. Cesarán las lenguas. Desaparecerá la ciencia. Porque parcial es nuestra ciencia y parcial nuestra profecía. Cuando vendrá lo perfecto, desaparecerá lo parcial. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño. Al hacerme hombre, dejé todas las cosas de niño. Ahora vemos en un espejo, en enigma. Entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de un modo parcial, pero entonces conoceré como soy conocido. Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de todas ellas es la caridad.”

Los Carismas nunca han desaparecido de la vida de la Iglesia, ello podemos comprobarlo leyendo un poco algunas biografías de santos y confesores. Eran tan comunes que pronto dejaron de ser punto de referencia en la vivencia de la fe... simplemente existían desde los tiempos apostólicos y ya. Todo mundo sabía de ellos y los que los habían recibido los ejercitaban en bien de todos bajo la guía de los Pastores. Al parecer se cae precisamente en el extremo de no darles importancia, pues la Iglesia está ocupada –ante un alud de herejías-- en definir dogmas de fe y reglas para la sana administración de los Sacramentos. Los problemas en la Iglesia de los primeros siglos eran más dogmáticos y políticos que sobre el ejercicio de los Carismas que tenían ya carta de ciudadanía en la vida cotidiana de la Iglesia, por lo que nadie les prestaba demasiada atención. Ahí estaban y nadie los negaba o los combatía.



Poco antes del Concilio Vaticano II se da un reavivamiento espiritual de donde surge lo que hoy llamamos la Renovación Carismática Católica. Gracias al tino pastoral de Juan XXIII y Paulo VI este Movimiento es aceptado, a pesar de que hay algunos obispos que lo rechazaban. En esos casos, por desgracia las consecuencias fueron la división y el surgimiento de microscópicas sectas de corte neopentecostal entre antiguos católicos, algunas de ellas también de tendencia evangélica. En nuestro país la Renovación está presente en prácticamente todas las diócesis y órdenes religiosas. Contó desde los años 70´s con el decidido impulso de Mons. Carlos Talavera, antiguo obispo de Coatzacoalcos, Veracruz.

Los Carismas han aparecido en las comunidades y se extienden para el servicio de la Iglesia. Sin embargo, ejercer los Carismas en favor de la Iglesia no significa de manera alguna signo de santidad personal, sino más bien apertura a la acción del Espíritu Santo.

No hay –entonces-- relación directa entre dones del Espíritu Santo y santidad de vida, no necesariamente quien ejerce un Carisma es santo. A propósito de esto, veamos lo que dice El Señor en su Palabra en Mt 7, 21-23:

« No todo el que me diga: "Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. 22 Muchos me dirán aquel Día: "Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?" 23 Y entonces les declararé: "¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!"

Sin duda alguna que los Carismas que más llaman la atención no son los más importantes --según la teología paulina-- como la Caridad sino los más “raros” como por ejemplo el “Don de Lenguas” y el “Don de Sanación”.

Algunos como el “Don de Lenguas” son para la propia edificación en la oración personal. Pero la mayoría son para el bien de la comunidad. A partir del “reavivamiento” que se da a fines de los años 60´s en la Iglesia Católica, los Carismas han ido apareciendo por doquier COMO FRUTO DE LA EVANGELIZACIÓN Y LA ORACIÓN, gracias a la magnánima liberalidad divina. No pocas veces han sido “problema” entre pastores que los niegan y fieles que los sobrevaloran. Unos y otros deberán estar abiertos al Espíritu y desapasionadamente agradecerlos y ejercerlos en favor de la Iglesia.

Hay quienes dicen que la Iglesia no necesita Carismas sino lucha por la justicia y promoción del pobre. No parece haber contraposición entre unos y otra. La Misión por excelencia de la Iglesia es hacer presente el Reino de los Cielos y para ello El Señor le ha dado la fuerza de su Espíritu y su Palabra que pugna siempre por la auténtica justicia que nace del amor a Dios y al prójimo.

No podemos fragmentar y discriminar la acción del Espíritu, pues el que suscita luchadores por la justicia, teólogos brillantes, pastores llenos de Caridad, laicos comprometidos, mártires heróicos de la fe, místicos enamorados, predicadores elocuentes, misioneros totalmente entregados y carismáticos que lo alaban con gozo, es el mismo Espíritu: El Espíritu Santo, el Paráclito enviado por Jesús desde el seno del Padre, en Pentecostés y en nuestros días.

Pbro. Roberto Sánchez Del Real

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