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11 de febrero de 2010

VIVIR SIN VIVIR

VIVIR RÁPIDO



La cultura actual –que privilegia el consumismo, el egoísmo y la indiferencia ante las necesidades de los demás-- nos ha hecho creer que “no tenemos tiempo para Dios”. No nos dice esta cultura que Dios no existe, pero si nos dice que es “el ausente” de la vida humana y de la Historia de los pueblos.

Nos va haciendo creer –esta cultura de la que somos parte-- que Dios está “reservado” para contados momentos personales de intimidad, que “Él no se mete pero nos observa cuidadoso” y nuestra vida transcurre sin Él. Como si sólo nos echara porras, pero no interviniera en favor nuestro. Dios pareciera ser acallado por el atractivo y multicolor estruendo de los televisores y sepultado por toneladas y toneladas de periódicos, revistas y panfletos.

Poco a poco lo hemos ido creyendo. Incluso hombres y mujeres de Iglesia. Por eso, al deslizar –la cultura presente-- entre nosotros la “sensación” de que rezar no es eficaz, poco a poco nos vamos alejando de la oración, aunque no de la Fe. Una Fe que se va convirtiendo en una convicción, pero no en vida.

Consecuencia: Soledad. Creo estar solo ante los demás sin ayuda posible. Y al dejarme apresar por el vértigo de la vida y llenarme de información que me abruma (noticias, espectáculos, entretenimientos, etc) me voy sintiendo cada vez más aislado y vulnerable. Y entonces tomamos decisiones sin sosiego, sin objetividad, sin rumbo... y complicamos nuestras vidas al margen de Dios. Y --sin quererlo-- le impido que actúe en mi favor y para mi bien.

A Dios es más fácil escucharlo en el silencio y en la plegaria, que en el ruido de la rutina citadina. Reservale unos minutos diarios. Y tu vida tendrá rumbo. Empecemos, se puede. Lo necesitamos.



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