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2 de abril de 2012

RELATOS FRANCISCANOS IV

RELATOS FRANCISCANOS IV

EL SEGUNDO AÑO EN SAN AGUSTÍN, JAL. (1985/1986)
EL POSTULANTADO

LAS VACACIONES

Las vacaciones fueron buenas, pero todo un reto. Recuerdo que el P. Memo Téllez (el director espiritual) nos había dicho en la última Misa en la Capilla del Colegio Seráfico –antes de salir– algo así como “No se den vacaciones de Dios”. No me las di, pero el obstáculo ahora era, de alguna manera, la familia y los amigos. Mi madre, mi abuela y mi madrina de Bautismo Manuela González, siempre me apoyaron y me impulsaron a seguir adelante. Pero algunos tíos no; hasta alguno llegó a pensar que estaba loco; otro estaba casi seguro de que, tal vez, tenía “problemas morales” (nunca indagué qué me quiso decir… Pero lo intuyo). A la hora de pedir $$ayuda$$ para libros o colegiaturas, ninguno le entró; me apoyó mi madre y mis compañeros de la Preparatoria. Los primos eran unos niños así que ni en cuenta para las opiniones. Mis hermanos no entendían por qué ya no vivía con ellos. Algo que me partió el corazón y me hizo dudar de regresar al Seminario es lo siguiente: El más peque (José Manuel, al que le llamaba –hasta que protestó hace unos pocos años– “El Bebé”) me preguntó una vez: “Rober, ¿Ya no nos quieres?”. El tenía como seis años. Le expliqué que estaba en el Seminario y que allá vivía, pero que algún día iba a vivir en la Basílica, que quedaba cerca de casa. Me dijo: “Bueno, pues. ¿Me das para comprar unos dulces en la tienda?”. ¡¡Asunto arreglado!!. Los bebés de entonces ya no son como los de principios del Siglo XX. Y si eso hubiera pasado este año, no me hubiera pedido para unos dulces sino tal vez me hubiera dicho, algo así como: “Bueno, pues. ¿Me compras un IPad, Wi-Fi de 64 GB?. ¡Ufffffff! De la que me salvé; me salió barata la explicación ¿No?. Mi hermana no me creía… Y resentía mi ausencia porque ahora ella tenía que trabajar más con los peques que cuando yo estaba. Tal vez –a ratos– pensaba que estaba en el Seminario por sacarle al trabajo de casa. La verdad que era más cómodo estar en casa y levantarte a las 8 de la mañana, desayunar frijoles sin piedras, pan del día, leche a llenar, ir con los amigos, ver a la novia, ver TV, ir al cine… Saludos Ali.


EL REGRESO AL SEGUNDO AÑO

Al principio de ese segundo año (1985/1986), la novedad de la vida en el seminario, como tal, se terminó. Y luego me topo con la terrible novedad de que el P. Fray Daniel Córdova –Rector saliente– me había “recomendado” con el nuevo para ser el Decano. Y los formadores entrantes –entre ellos el P. Fray Sergio García nuevo Prefecto– me designaron como flamante “Decano” (¡Ayyyyy mamacita!). Obviamente eso no les gustó a algunos de mis compañeros que, “por antigüedad” –ellos estaban en el Colegio desde la Prepa– se sentían con muchos derechos sobre un “recién llegado” como yo (visto está que los seminaristas distan mucho de ser ángeles). ¡Ohh hermana envidia! Hubiera dicho San Francisco de Asís. Y la soberbia, ¿Que sería para Nuestro Santo? ¿Tía?. El sub-decano fue un excelente hermano y compañero, al que llamábamos ‘El Joven fino del norte’. Chuy de Etzatlán (hoy Obispo Del Nayar). El sub-decano era siempre el sucesor al trono, el siguiente Decano del próximo mes. Y no era electo por ‘el pueblo’ sino designado por los formadores. Si hubiera sido por elección, claro que no gano. Para ganar votos hay que ser popular, hay que ir con la corriente (y perdón, pero no se me da eso, más bien me encanta ir contra la corriente. Lo más seguro que esté “tontito de mi cabecita” diría el P. Juan Martínez, director espiritual del Seminario de Aguascalientes en mis tiempos de Teología).
En esta etapa fueron para mi muy importantes tres excelentes libros del P. Fray Ignacio Larrañaga, OFM Cap. Estos son: El Hermano de Asís, Muéstrame Tu Rostro y El Silencio de María. Estas obras me abrieron los ojos a muchos aspectos de la vida espiritual. Me ayudaron a conocer mejor a San Francisco y a la Virgen María. Aunque ya son libros viejos, ojalá muchos pudieran leerlos.


IDEALES VS REALIDAD

Una experiencia que me marcó para siempre –y muy positivamente– es la que les relato enseguida:
Como a los seis meses de haber ingresado me sentí un poco decepcionado por varias cosas de la vida en común en el Seminario: algunos no cumplían en nada y eran mañosos, a la mayoría le olían los pies a rayos @&$£¥%#^ (Ja ja ja y no hacían nada por resolverlo. Y era una “realidad” que no podías ignorar al estar en cuartos de seis camas. Ufffffff!!!!), unos fumaban, unos se robaban las cosas, unos no se bañaban (y te dabas cuenta después del deporte, en el estudio… ¡Ave María!), otros copiaban en los exámenes, unos más no se levantaban a las oraciones, un buen contingente tenían la habilidad de “transformarse” en un simpático y pasivo animalito de cuernos y pezuñas a la hora dura del trabajo en jardines y pasillos, otros se la pasaban en la calle, otros favorecían a sus amigos (la filiocracia tan de moda en el Gobierno, las Empresas, la Iglesia y en todo lo que se mueva), unos no hacían sus aseos, etc., etc. Compungido, enojado y con muchas ganas de abandonar esa vida voy a ver al director espiritual y le cuento la larga historieta de mi decepción. Me ve con ojos penetrantes, acicalándose su oscura barba; a ratos sonríe, a ratos se carcajea. Después muy serio y solemne, sin quitarme los ojos de encima, me dice: .- “Roberto, Roberto; no cabe duda de que eres un buen muchacho, que tienes ideales y que admiras a San Francisco. Pero te falta ser más fuerte y realista; sigue con tu generosidad. ¡Mira!, vamos a suponer que todos los que estuvieran aquí fueran como Tú de serios y entregados. ¡Créelo, habría que ir a la calle a traer algunos de esos muchachos que no hacen bien las cosas, para que, a Ustedes los que si se entregan a Dios, los ayudaran a pulirse y a ser santos!. Los ideales, Roberto, son algo que UNO VIVE, no algo que se les exige vivir a los demás ¿Cómo ves?”.

¡Glup! De tres pataditas me desarmó el padrecito; de modo que –por como un minuto– no pude decir algo. El tranquilamente encendió uno de los cien cigarrillos que se fumó en una hora… y abrió la ventana de su oficina (para que no me lo fumara yo también ¡Qué egoísta eh!). Finalmente pude hablar y le dije: .- “Bueno, me quedo”. Y tan tan, a seguirle con más entusiasmo y un poco más de sabiduría, y no precisamente china sino franciscana. Pensé en luego hacer una lista de fumadores para pasársela al P. Memo para que hicieran un club de “Adoradores Perpetuos del Humo” pero, reflexionando, mejor no la hice, pues a la mejor podría caer en “manos equivocadas” (del prefecto o el rector)… Además era bueno que cada quien respondiera por su conducta ¿No?.


LOS “CHIQUIADOS” DE GUADALUPE, ZACATECAS

A ese segundo año –para iniciar con la Preparatoria– entró una legión como de doce chavos, venidos de Guadalupe, Zac. Recuerdo a casi todos: Ángel Huerta y su hermano Carlos, Toño y su hermano ‘Rofis’ Medina, Juan José “el Che”, “el Patachín” (Rubén), “la Changa” (Armando), “el Pandita” (es el P. Fray Guillermo Ruelas), Memo Benítez (sobrino del P. Fray Javier Benítez), Saulito (conocido como “el bombero”, no sé por qué) y Sergio Ávila (a quien hace como unos siete años me encontré como operador de un autobús de Ómnibus De México en la Central de Zacatecas). Bueno, como Decano, quise romper con la tradición de que a los nuevos se les daban los peores oficios; le hice al revés. Los nuevos eran los servidores del comedor y los viejos a los baños y lo más duro… Y por eso, según los inconformes que se sentían la “aristocracia franciscana” del Colegio, los nuevos de Guadalupe, Zac. eran mis “chiquiados”. Un compañero me criticó hasta que se cansó, pero nunca dió la cara pues hablaba siempre ‘por detrás’. No digo su nombre ¿'pa qué'? (¿Qué tal que me demande por difamación de honor?) sólo les doy “una pista” era de Aguascalientes. Los de Guadalupe, Zac., ya de alguna forma estaban familiarizados con la vida del convento y el Colegio, pues casi todos habían sido acólitos y campaneros del Santuario de Guadalupe.


MUCHOS HERMANOS Y COMPAÑEROS

Este segundo año fue super, fue mejor que el anterior. Recuerdo a muchos compañeros, por ejemplo a Emmanuel Verdín Laguna de Aguas (Q.E.P.D.) siempre estaba contra las injusticias; por cierto, luego me enteré de que en Aguascalientes organizó a costureras y trabajadores en sindicatos independientes y NUNCA SE ENRIQUECIÓ (como suele pasar en otros países muy lejanos, no aquí; aquí no pasa eso). También recuerdo, a Juan Manuel Martínez (“el Morrito”) de Sombrerete, Zac. Y de San Felipe Torres Mochas, Gto. a mi compadre Rafael Barco Zamarripa (saludos compadre) y a su paisano Juan Antonio; a Freddy hoy el famoso P. Fray Alfredo Hernández (conocido entonces como ‘la Banderilla’ porque era super flaco). A Juan López Rodríguez, Pablo Cortéz Mora, Marco Antonio Bórquez el ‘Sonora’ (Cd. Obregón), Liborio Romero Ortega (“el Shagui”) de Ensenada, Eduardo Búrquez del mismo lugar, Gustavo Sánchez Salcedo (gran misionero en Marruecos), Fray Guillermo Lancaster, Mario Vázquez, Francisco Casillas, Carlos Valadéz Tornel, al P. Fray Juan Gabriel Barba Romo, y muchos mas, de los que me voy acordando poco a poco. Y por supuesto recuerdo a Juan Carlos Jaimes (moreliano avecindado entonces en Mexicali y periodista según me he enterado) y al querido P. Fray Ramiro Muñoz, que murió no hace mucho siendo Vicario Provincial de la Provincia del Beato Junípero Serra (Sinaloa, Sonora y las Bajas). Y ya en el otro articuló mencionaba a Rubén Morán López (el diácono) y Víctor Estrada Salas (el niño) de Tepic, desde siempre grandes amigos. Estoy seguro de que no menciono a muchos, pero por todos pido al Señor.


AL NOVICIADO

Finalmente un día nos dicen que estamos listos para entrar al Noviciado en la querida y casi mítica ciudad de Guadalupe, Zac. No todos vamos, por desgracia muchos buenos elementos deciden no ingresar… A soñar, a esperar. El Noviciado, créame, es OTRA HISTORIA, como decía una gordita en un viejo comercial de un banco de color rojo.
PBRO. ROBERTO SANCHEZ DEL REAL.

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